Una amiga muy cercana enviudó hace un par de meses. Su esposo falleció tras una larga y penosa enfermedad en la que los médicos dijeron que ya nada se podía hacer, solo esperar. Y así pasaron ella y sus hijos los últimos meses, abocados a la tarea de acompañarlo y compartir momentos íntimos y especiales con él.
Me comentaba ella que por un lado es triste y doloroso ver como tu ser amado se va debilitando, pero por otro, la vida te da la oportunidad de reconciliar lo que haya pendiente y aprovechar el tiempo al máximo.
Nos hemos acompañado bastante estos últimos tiempos y hemos comparado nuestras experiencias, pues a diferencia de ella, yo perdí a mi esposo de un momento a otro y el golpe fue duro e inesperado. En nuestras charlas llegamos a la conclusión que cada proceso es distinto y único, y que el dolor siempre está presente y cada quien vive y siente su duelo a su manera.
Sin embargo, el otro día me contó, algo desconcertada, que una persona le había dicho que ya era tiempo de pasar página, de olvidar y de seguir camino. La sentí dolida cuando me lo contó, entiendo que dolida por la falta de empatía de este comentario. Ambas suponemos que habían buenas intenciones tras el consejo, pero a veces estas frases hechas, se dicen sin pensar.
Hemos de saber respetar los tiempos y sentires de cada persona, y en todo caso, intentar animar a la persona doliente brindándole compañía y un espacio donde pueda expresarse libremente y compartir su dolor. Es la forma de sanar, no de olvidar, pues no se olvida. Se acepta que ya no está tu ser querido y se aprende a vivir así. Con el tiempo permanecen los recuerdos y algo de su esencia queda por siempre en el corazón.