lunes, 30 de julio de 2018

De paseos en el parque...



Momento 1

Me encuentro en el centro del parque (el de las mañanas) terminando mi rutina matutina de ejercicios cuando de pronto veo a lo lejos tres puntitos blancos que parecen flotar sobre la vereda.  Al principio no distingo de que se trata y me desconcierta ver a esos puntitos blancos deslizarse y avanzar. Enfoco bien la mirada y descubro que se trata de tres palomas blancas. Están en la esquina esperando poder atravesar la pista. Por qué no vuelan? me pregunto observándolas. Pero al parecer no es esa su intención, ellas van de paseo, son tres amigas que pasean del brazo por las calles conversando y disfrutando de la brisa y el paisaje.  Siguen su paseo y ya se me hace imposible no seguirlas con la mirada, y pasito a paso se dirigen hacia donde estoy, se acercan como si vinieran a saludarme, me dan la vuelta y luego continúan su camino...

Momento 2

Salgo a caminar por el parque (el de las tardes). Queda más cerca de casa y es  pequeño y acogedor.  Tiene un caminito sinuoso al centro bordeado de un cerco de plantas que le dan un aire misterioso. Cuando llego solo hay una pareja sentada en una banca al centro, nadie pasea. 
Empiezo mi caminata y evito pasar por el camino central, me apena interrumpir la intimidad del momento. 
Al rato llega otra paseante y ambas caminamos bordeando el parque pero en direcciones opuestas, nuestros caminos se cruzan por momentos y luego vamos en paralelo. Nos miramos de soslayo y continuamos nuestras vueltas, muy concentradas cada quien en su camino hasta que una tercera caminante llega y se une al juego. La pareja ya se ha retirado por lo que solo quedamos nosotras, dueñas del parque y cada cual de su propia senda. Intercambiamos miradas tímidas y nadie se atreve a cruzar palabra.  Tomo el camino central y cada una de ellas va por los laterales, y ejecutamos una especie de coreografía solitaria, cada una imbuida en sus pensamientos y el sonido de sus pasos...

viernes, 20 de julio de 2018

Distancia de rescate...


Desde hace unos meses, estoy participando de un taller literario en el que leemos  diversos libros para luego discutirlos en grupo.  Uno de los últimos fue "Distancia de rescate" de una escritora argentina llamada Samantha Schweblin.  

En la novela una de las protagonistas se cuestiona constantemente cual es la "distancia de rescate" adecuada que debe conservar para poder estar cerca de su pequeña hija en caso ocurra un imprevisto. Y durante la trama se pregunta con frecuencia si esos metros que la separan de la niña en ese momento son suficientes o si debería estar mas cerca. Si alcanzará a llegar a tiempo o si debería haberse alejado menos. 

Ninguno de los participantes del taller habíamos oído antes esta frase y fue inevitable que a todos nos quedará rondando en la cabeza la famosa distancia de rescate. Y pese a estar leyendo ya otros libros, con frecuencia sale algún comentario al respecto en el grupo. Y es que a todos nos "tocó". Y me parece que no solo hablamos de una distancia de rescate física, sino también de una mas importante aún que es la emocional. Y estoy segura que todos nos hemos preguntado si nuestra propia distancia de rescate es la adecuada.

Es suficiente la cercanía? La apertura? La confianza? La incondicionalidad? La capacidad de respuesta? El amor? El diálogo? 

La distancia va cambiando y ya no se trata de estar en la misma habitación, en la misma casa, en la misma calle, en la misma ciudad, a una llamada telefónica, o quizás a un vuelo en avión. Se trata mas de sentir que los puentes de la comunicación están abiertos, vigentes, sin interferencias. Y que siempre será posible estar a tiempo, en el momento preciso, a la suficiente "distancia de rescate".


martes, 10 de julio de 2018

Momentos de anoctamiento...


...pausas en el tiempo...
...oscuridad que da paso a la luz...
...intervalo en suspenso...
...hibernación emocional...
...lapso de tiempo en que permanece en pausa una amistad, una conversación, una acción, algunos recuerdos...

Conversaba el otro día por teléfono con mi hijo quien lleva ya varios años viviendo en Alemania cuando surgió esta palabra: anoctamiento.  

Me imagino que fue una suerte de fusión entre anochecer y pernoctar, y lo gracioso es que entendí a lo que se refería y me gustó la nueva palabreja y decidí apropiármela pues me pareció ideal para definir aquellas pausas que venían rondando mi cabeza y en las que entramos a veces sin querer y que pueden ser muy breves o durar mucho tiempo, casi indefinidamente.

Pienso por ejemplo en el tiempo en que nos apartamos de algo que nos gusta por falta de tiempo, y la facilidad con que luego lo retomamos como si no hubiéramos hecho una pausa. (ejemplo blog😄)

O se me ocurre aquel reencuentro con compañeras de promoción del colegio, que se mantuvo en pausa casi 40 años y que se dio con total naturalidad como si solo hubieran transcurrido algunos días y no hubiera toda una vida de por medio.  

Y sucede igual con aquellas conversaciones que dejamos en suspenso y que al retomarlas continúan desde el punto exacto en que quedaron. 

Bien mirado, son muchos los momentos de anoctamiento en nuestras vidas...

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