La sorpresiva
muerte de mi compañero de vida, no solo me dejó tristeza, dolor, vacío y soledad.
También me dejó muchas interrogantes.
¿Quién soy
yo ahora?
¿Qué parte
de mi de aquella que fui permanece en mí?
¿Cómo será
mi camino a partir de ahora?
¿Tendré la
fuerza necesaria?
¿Tomaré con
facilidad sola mis decisiones?
Y así, una
tras otra fueron llegando muchas preguntas a mi cabeza. Sé que la vida es
constante cambio, y que nosotros también cambiamos momento a momento.
Sé también
que cuando compartimos el día a día con alguien, vamos asimilando cosas de ese
alguien, y este a su vez asimila cosas nuestras. Y nos convertimos en una suerte de fusión.
Y me preguntaba yo que quedaría de aquella joven de 17 años tras compartir 44 años juntos.
¿Permanecería aún dentro de mí?
¿Sería posible volver a ser simplemente yo?
¿Podría
redescubrir que me gusta a mí?
Me venía a
la cabeza la canción de Mercedes Sosa que dice:
“Volver a los 17, después de vivir un siglo,
es como
descifrar signos, sin ser sabio competente,
volver a
ser de repente tan frágil como un segundo,
volver a
sentir profundo como un niño frente a Dios,
eso es lo
que siento yo en este instante fecundo”…
Y un par de
meses después, recibo un mensaje de Facebook, de quien fue mi mejor amigo en
esa época de adolescencia y juventud, que supo ser amigo, amor platónico, confidente, y compinche, y a quien por azares del destino no había
vuelto a ver ni saber nada de él. Me escribió curioso de saber que fue de mi
vida y me comentó que le gustaría retomar aquella vieja y entrañable amistad.
Y empezamos
a conversar a menudo por teléfono, pues vive en otro país. Y tuvo la paciencia
de escuchar mis largos silencios de congoja, y supo entender e interpretar mis
monosílabos, así como adivinar como me sentía en aquella apatía en que estuve
sumida los primeros meses.
Y sin saberlo, dio respuesta a muchas de mis
interrogantes, pues supo reconocerme en aquella persona en que me había
convertido y me repitió muchas veces que yo no había cambiado y que sentía que yo
seguía siendo la misma yo con la que solía compartir sus cosas en aquella época.
Me dio tranquilidad. Ahora ya me reconozco, he podido continuar mi camino por la
vida, tomar algunas decisiones, darme cuenta que si tengo las fuerzas que requiero, reconocer qué me gusta, y mirar con gratitud aquellos muchos años de vida compartida.
Agradezco que en momento oportuno haya reaparecido ese amigo, y me agrada saber que la esencia de uno permanece intacta, pese a los avatares de la vida.
¡Y de repente tú!
ResponderEliminarUn fondo inagotable de realidad, fuerza, comprensión, saber hacer... Y encontrarte, sin haberte perdido.
He de reconocer, amiga Cecila, que es un placer compartir mommentos, tus momentos, con esta sencillez con la que te expresas. ¡Profunda sencillez!
Fuerte abrazo vitalista mujer.
Cecilia, no te abandones, la vida sigue, no se puede detener. Sé feliz! y goza de la libertad de tomar decisiones.
ResponderEliminarBesos
ResponderEliminarQue interesante lo que cuentas, creo que vamos recomponiendo nuestra vida, pero claro que eso lleva tiempo.
Tomar decisiones, ocuparnos de cosas que antes se hacían de a dos, es aprender a caminar sola y mantener un equilibrio que a veces falta.
Hermsa tu reflexion de hoy.
mariarosa
Es bonito cuando aparece una persona en nuestra vida que encarna las respuestas y la compañia que andábamos buscando. Incluso sin buscarla: nos damos cuenta, con su presencia, que es lo que necesitábamos. Se recibe con gratitud. Se cuida como un tesoro. Aunque dure un día. Ese día lo es todo.
ResponderEliminarVa un abrazo, Soñadora.
Hola, buenos días, he llegado aquí casualmente y me alegra haber encontrado unas palabras tan emotivas y un reencuentro tan bello. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ernesto por compartir siempre mis momentos.
ResponderEliminarFuerte abrazo!
Hola Norma, muchas gracias por tus palabras de ánimo. No me abandono, voy pasito a paso hacia adelante.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Mariarosa por lo que me comentas. Lo vamos haciendo, a nuestro ritmo, sin prisas, pero avanzamos.
ResponderEliminarAbrazo
Asi es Julio David, esos encuentros/compañías que aparecen en el momento preciso, se valoran mucho.
ResponderEliminarAbrazo
Hola Inma, gracias por tu visita y tus palabras. Bienvenida a mi rinconcito. Abrazo
ResponderEliminarOjalá yo pudiese decir que soy la misma de muchos años atrás, ojalá pudiese sentir la misma fuerza interior que me mantenía enamorada, ojalá disfrutase del amor de aquellos que ya se han ido, en fin, cantidad de sucesos que tuve que afrontar y que me han hecho distinta, podría decir que sigo siendo, pero con una mochila al hombro llena de recuerdos y experiencias.
ResponderEliminarCariños.
kasioles
Hola querida Kasioles, dices una gran verdad. La mochila va llenándose, de vivencias, de recuerdos, de ausencias. Pero estoy seguro que dentro conservamos nuestra esencia, nuestro yo original. Y tenemos la fuerza para seguir adelante, y escribir y sanar.
ResponderEliminarAbrazos
Creo que solo una fuerza interior hace posible continuar el camino. Te dejo un beso grande
ResponderEliminarHola Hanna, gracias por tus palabras. Un beso grande
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