Al pasar el otro día por una cafetería cercana, sentí nítidamente el olor del café recién pasado e inmediatamente mis recuerdos me llevaron a mi mami, quien solía levantarse muy tempranito y sentarse en la oscuridad del comedor a saborear su primer cafecito del día en silencio, pensando, disfrutando, y toda la casa se llenaba de olor a café. Otro aroma que inevitablemente me lleva a ella es el de los polvos angel face, aún conservo como un gran tesoro una polvera con su olor.
A mi abuelita siempre la relacionaré con olor a hierba luisa fresca, solía preparar una tetera para después del almuerzo. También la recuerdo por los deliciosos ravioles con que me homenajeaba cada cumpleaños. Mi papá olía a cigarrillo negro sin filtro. La colonia cítrica me hace pensar en el tío Jorge, quien nos acogió en su casa nuestro primer año de casados y solía bañarse en colonia.
El olor a violetas me lleva a una navidad en que recibí como regalo el ansiado frasquito de esencia de violetas y al abrirlo se me resbaló y se esparció parte del contenido llenando la habitación de su aroma.
El olor a mar me regresa al verano en que pasamos un tiempo en un balneario y en las noches me sentaba en el malecón a escuchar el sonido de las olas y percibir la brisa del mar. Fue el verano en que despedimos a mi hermana Cristi quien se iba a vivir a Suiza.
El olor a vela, a tierra mojada, a limpio, a chocolate, a libro recién abierto, a perfume amaderado, a rompecabezas nuevo, a biblioteca, tantos aromas que vienen relacionados a determinados momentos y recuerdos. Es impresionante como nuestro cerebro almacena esos aromas y al percibirlos nos remonta al pasado llenándonos de emoción.
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