La vez pasada mi hija me propuso un paseo bastante significativo. Me sugirió hacer una caminata que incluyera los sitios en los que he vivido a lo largo de mi vida y me pareció tan tentadora la propuesta que acepté de inmediato.
Nuestro recorrido duró alrededor de 3 horas y abarcó prácticamente toda mi vida. Si bien es cierto que uno carga los recuerdos consigo, pude comprobar que al visitar los lugares, los recuerdos cobran vida y uno vuelve a ver escenas pasadas o incluso puede revivir momentos que parecían olvidados.
Escuché una vez mas las botellas que el lechero hacía sonar avisando que dejaba la leche en la entrada del edificio.
Olí la hierba luisa que mi abuelita cultivaba en el jardín para preparar la infusión de la tarde.
Me vi de pequeña sentada en el murito esperando que llegase la movilidad del colegio a recogerme.
Ví el árbol de moras de mi cuadra y probé una vez mas la dulzura de sus frutos.
Pude verme de adolescente sentada en la quinta en que vivía, rodeada de amigos conversando y disfrutando de la vida.
Escuché la música disco sonar en la antigua radiola Grundig de casa, y volví a bailar las parrandas panameñas.
Y así uno tras otro fueron sucediéndose los recuerdos, los momentos, los eventos.
Definitivamente fue un paseo que disfruté mucho, un verdadero paseo al pasado.