Es un domingo cualquiera, 11 am, y al igual que cada domingo
me encuentro en la Parroquia San José, perteneciente a una comunidad católica
de habla alemana a la que llegué hace ya muchos años debido a la primera
comunión de mis hijos y en la que me sentí a gusto y me quedé.
Me gustan principalmente el respeto y la cordialidad
que ahí se respiran.
Es una comunidad bastante pequeña lo cual propicia que todos
nos conozcamos, intercambiemos saludos, buenos deseos y un rato de amena charla
.
Me encontraba sentada en “mi” banca,
conversando a mis anchas con El y miré a mi alrededor y sentí curiosidad de contar
cuantos éramos ese día, conté 26 personas en total. Y pensé en cada una de esas
personas que ahí compartían el momento conmigo, cada quien con su propio mundo
de vivencias, experiencias, sentimientos, devociones, cargas, alegrías y pesares.
Y comprendí que cada persona es un ser único, especial y complejo, y me gustó sentir que cada quien en
realidad es todo un mundo…