Hoy al despertar tu recuerdo fue lo primero que vino a mi
mente. Claro, me dije a mi misma, es
normal que hoy piense especialmente en ti
pues un día como hoy hace 27 años
empacaste tu vida y marchaste de este
mundo.
Mis primeros pensamientos fueron de tristeza, pero luego la
alegría vino en su reemplazo pues aún puedo
sentir tu presencia, tu cercanía, tu sonrisa triste, tu compañía
comprensiva, tu mirada profunda, tu
complicidad, tu amor que curaba tan solo con estar. No puedo negar que te echo de menos, y que cuando pienso en ti vuelvo a
transformarme en una niña, o quizás no es que me transforme, es simplemente que me permito ser niña otra
vez. Pero la certeza de saber que una
parte de ti habita en mi corazón me conforta.
Conforme pasa el tiempo siento que me parezco más a ti, por
fuera y por dentro. Tu serenidad, tu fortaleza, tu empeño, tus luchas, son ahora mías. Ese cafecito que tanto
disfrutabas a media mañana me acompaña cada medio día, amarguito, cargado,
rico. Tu decir “mañana será otro día” cuando alguna dificultad acechaba también
me lo apropié.
Sé que cuando alguien parte de nuestro lado quedan muchos
pendientes, el abrazo que no se dio, el café que no se compartió, la charla que
no se tuvo, el “te quiero” que se
escondió, la caminata de confidencias que esperaba un momento mejor y mucho
más……..
Pero en cambio, hubieron muchísimas cosas que si se hicieron, momentos que si se compartieron, palabras y cariño que si se expresaron y
llenaron nuestro corazón de recuerdos y tranquilidad.
Por eso hoy pienso en
tí con una sonrisa en los labios y mucho amor en el corazón:
¡Te quiero mucho mami!