Los pensamientos
fluyen entremezclados
y sin distinción...
Pensaba el otro día en la cantidad de
pensamientos que confluyen en nuestra mente a cada instante: alegrías,
tristezas, proyectos, recuerdos, celos, preocupaciones, resentimientos, prejuicios,
deseos, temores, inseguridades, planes,
frustraciones, sueños.
Todos
intentan llevar la voz cantante, y generalmente son ellos los que determinan como enfrentamos una situación
determinada, que decisiones tomamos, si triunfamos o fracasamos en algún proyecto,
si alimentamos rencores u optamos por el camino del perdón, cuanto nos estimamos y valoramos, o cuanta confianza nos tengamos.
Nos incitan a ser cobardes o valientes,
a aceptar nuevos desafíos o a permanecer
en nuestra zona de confort. Es por causa de ellos, más que de factores externos
que muchas veces sentimos que una situación nos desborda y que no podemos
controlarla, y en mas de una ocasión, aturdidos por ese torbellino de
pensamientos, damos un paso en falso empeorando aún más las cosas.
Es por ello que es tan importante
serenar la mente, aquietar los pensamientos, calmarlos, cerrar los ojos,
respirar profundo,buscar la paz interior;
respirar de nuevo, intentar pensar algo
alegre o positivo, confiar en que lo lograremos;
respirar una vez más, ahuyentar
nuestros temores, sonreir desde lo profundo;
volver a respirar, sentir como el aire
limpia nuestra mente y depura nuestras ideas, centrar nuestra atención en un pensamiento a
la vez, respirar profundo.
No olvidemos que la mayoría de
tormentas, problemas, batallas y resquemores se libran en nuestro interior, y
de nosotros mismos depende el prestar atención, percatarnos cuando la mente entre en pánico y trabajar por cambiarlo.