En estos días, mi mente se llenó con un sinfín de recuerdos , y me he visto en el departamento en que transcurrió mi infancia, el número 3 de aquel edificio de tan solo nueve departamentos dónde crecí bajo el cuidado y cariño de mamama.
En la planta baja, había un jardín con un patio, donde solía acudir en busca de algunos nísperos que caían maduros del árbol, o a vigilar los aguaymantos, esperando con ansías que la cascarita suave que los cubría se pusiera blanca, señal inconfundible que estaban listos para comer. Ahí también cortaba las hojitas de hierba luisa para que mamama preparara sus infusiones, ese olor llenaba la casa, tal como ahora llena mi mente de recuerdos.
Alguién que llamaba fuertemente mi atención y en estos días he recordado, era la señorita del 9. Así es cómo yo la llamaba en mis pensamientos, pues vivía en el departamento 9, y por más que lo intento no puedo recordar su nombre.
Lo que recuerdo de ella es que vivía sóla, y le gustaba que la visite. Su departamento era para mi corta edad una especie de jungla, pues tenía cantidades de macetas con plantas, y las limpiaba con un esmero que no he vuelto a ver, hoja por hoja con clara de huevo diluída, para que siempre conservaran su brillo.
Recuerdo también a Bronco, el perro del departamento 7, cuyos dominios debía atravesar cada vez que subía. Era un pastor alemán, que ahora que lo recuerdo me doy cuenta de lo mansito que era, pero a esa edad lo veía grande e imponente y me atemorizaba mucho.
Cada año, al aproximarse las fiestas navideñas, venía mi tía Oko de visita, trayendo en su bolsa de malla y envueltas con sumo cuidado en trozos de tela, las figuras del nacimiento, aquel que había pertenecido a quien sería mi bisabuela. Para ese momento, mamama ya había sembrado los triguitos y los acomodaban en la chimenea rodeando el Nacimiento.
Aquella chimenea en medio de la sala, fue testigo de muchas aventuras vividas en mi pensamiento, recostada en el sillón, soñando con puertas secretas y mundos mágicos....