Ayer pensaba en lo fácil que somos los seres humanos para adaptarnos a las circunstancias o hechos que nos ocurren día a día.
Hablando de un hecho en concreto les cuento , hace exactamente 9 meses mi familia y yo nos mudamos a "nuestra casa", tras 25 años por fin tenemos nuestro techito propio. Construímos con mucha ilusión, fui partícipe en la compra de cada ladrillo y en el diseño de cada detalle y finalmente, cuando estaba casi concluida nos mudamos, y ya viviendo acá la terminamos, y a eso se refiere mi relato.
Resulta que la cocina no estaba aún terminada, y al quedar en el primer piso, era casi lugar de tránsito para los trabajadores que aún continuaban viniendo a terminar la obra; por lo que decidimos habilitar un cuartito que habiamos construido en la azotea (construido originalmente como depósito) como cocina, y ahí nos instalamos. Ahí tuvimos incluso nuestra cena navideña, y fue en la azotea donde recibimos el año nuevo. Recibimos muchas bromas al respecto, nos decían que parecíamos recien casados , ya que la cocina, como es obvio, carecía de comodidades, guardábamos la vajilla y los víveres en cajas igloo para camping, pero era "el lugar".
Finalmente, el día de ayer culminamos la mudanza hacia la verdadera cocina, y aunque suene irónico, lo hicimos con una mezcla de alegría y nostalgia, porque ese pequeño cuartito de la azotea se había convertido en el centro de nuestro hogar. Una vez retiradas las cosas del día a día de nuestra cocina temporal, la veo vacía y sin vida.
Era nuestra presencia diaria la que la había convertido en ese lugarcito especial de reunión para todos. Ahora, nos tomará un tiempo habituarnos a estar abajo, pero como he comprobado muchas veces, los seres humanos nos habituamos a todo.
Enhorabuena por tu casita nueva! Si la foto que pusiste es tu cocina de verad, te quedó rebonita.
ResponderEliminarY no debes renunciar a tu cuartito de la azotea, conviértelo en un rincón especial.
Besos y a disfrutarla.
Hay lugares que se impregnan de un sabor especial... Nunca olvidaréis ese rincón, aunque, como bien dices, os acomodaréis en un lugar más amplio y adecuado.... pero ese cuarto chiquito guardará siempre esa sonrisilla que se te escapará cada vez que te asomes al quicio de la puerta...
ResponderEliminarUn besito.
Natacha.
Si Nela, no renunciaré a el, será un refugio permanente dentro de casa.
ResponderEliminarBesos,
Cuanto razón tienes Natacha, justo ayer llegó a casa una amiga que aún no me había visitado, y al hacer el obligado tour por la casa, llegamos al famoso cuartito y no pude evitar la sonrisilla que mencionas y la melancolía en la mirada y ella me comentó "se nota que le tomaste cariño a este cuarto".
ResponderEliminarUn abrazo,
Mi esposa hace un mes ha hecho toda una revolución en nuestro duplex. Pasó todo del primer piso al segundo y vice versa. Lo que significa que las habitaciones están en el primer piso y la sala, comedor cocina, pasaron al segundo. Ella tiene una lógica de la felicidad y de los espacios, que jamás me atrevería a objetar, ya que, en tiene esa extraña virtud de mover las cosas y generar un ambiente agradable por donde uno camina. Así que confiando en su buen gusto y precisión para encontrarle la funcionalidad a las cosas, me quedé en silencio, observando, como desplegaba, como una directora de sinfónica, su innato talento para dirigir, todo el movimiento que esos cambios exigían. Albañiles, electricistas, nuevos albañiles, nuevos electricistas (porque lamentablemente casi siempre son incumplidos cuando el contratista es uno mismo).
ResponderEliminarHasta hace un mes, no me había percatado, lo importante que es para una mujer los espacios de su hogar. Para mi también lo es, pero creo que para mi esposa lo es todo. En medio de ese movimiento, y sonidos de taladros, martillazos y los gritos de los niños (tengo dos, de 6 y 5 años), comprendí que debía quedarme en silencio, en mi estudio, en medio de maderas recién pulidas, clavos, y focos por instalar, y con los headphones puestos, proseguir con mis temas de trabajo, mis noticias, mis libros y mi blog, y sentí, que era el esposo más afortunado del mundo, viendo pasar de rato en rato a "mi bebita engreída" (así la llamo, infantilmente, a mi esposa), dándo órdenes casi militares a todos, para avanzar y terminar a tiempo todo, pero mirándome a la distancia, como nos mirabamos, cuando éramos unos muchachitos enamorados, soñando en el hogar que ahora felizmente
tenemos.
Gracias soñadora, por recordarme con tu agradable post, que los arreglos de una casa, puede ser una magnífica oportunidad para afianzar el amor entre sus ocupantes.
Ojoavizor
Jajaja, ojoavizor, me identifico plenamente con tu esposa pues soy de las que se siente "la decoradora" y ando cambiando las cosas de lugar, y mi esposo que es "medio reacio a los cambios" sufre al principio para luego apreciar y disfrutar plenamente de ellos.
ResponderEliminarSaludos,
que lindo relato. casi lo puedo sentir. La incomodidad de los arreglos, pero sobre todo el calor del rinconcito de arriba.
ResponderEliminarTodo cambio debe verse como progreso, sea material, humano o espiritual.
Es un objetivo de vida muy importante. Felicidades y adelante.
Gracias por tus palabras Capricornio.
ResponderEliminar