El instinto llama....

Es temprano por la mañana y estoy parada en la cocina frente a la ventana, esa ventana grande y luminosa que expresamente pedí fuese amplia y que intencionalmente  no cubrí  con cortinas de colores ni persianas, al igual que todas las ventanas de la planta baja, para poder así disfrutar de aquella franja de jardín que bordea internamente la casa. Tiene apenas 2.50 metros de ancho, pero está llena de vegetación y de vida y me encanta disfrutar del paisaje. 
Estoy ahí parada, absorta en mis pensamientos, cuando de pronto siento un bullicio afuera. (En secreto les cuento que ese pequeño territorio verde se ha convertido en hogar de la más variada gama de pajarillos imaginable, pequeños y medianos,  y cada cual se siente dueño de su territorio aunque admito que saben convivir en paz y armonía).
Sobra decir que nosotros hemos sucumbido a sus encantos y ahora somos sus proveedores oficiales de alimento y suele verse el jardín sembrado de migas de pan y algunas semillas.  
Pues bien, vuelvo al bullicio que sentí y al asomarme por la ventana veo a un polluelo de regular tamaño que bate sus alas a toda velocidad sin saber aún volar, y pía incansablemente, mientras que dos pajarillos mucho más pequeños que él pero que se nota son ya adultos se desviven llevándole alimento, sin lograr saciar su apetito voraz. Quien sabe ellos sienten que es su  polluelo, o se conduelen de verlo solo y buscan protegerlo y alimentarlo. Como sea fue una escena que me conmovió e inspiró a compartirla.