Desd
e hace aproximadamente 5 meses, nuestra vida familiar dio un giro inesperado pues vino a vivir con nosotros una tía de mi esposo que tiene 91 años de edad. Ella vivió casi toda su vida con su hermana, pero al morir ésta el año pasado quedó sola y le propusimos venir a casa. Al principio no quería, pero finalmente terminó aceptando.

Cuando la conocí era una mujer independiente, preocupada, eficiente, siempre dispuesta a darte una mano o llevarte donde lo necesitaras pues tenía su carrito y se trasladaba sóla.

Ahora, que vive con nosotros me admira la facilidad con que pasa de ser una niña que se frustra y llora por cualquier cosita, a una persona lúcida con la que puedo salir a pasear y tomar un cafecito; luego puede ser una experta decoradora al tender la mesa, para luego hacer una pequeña "rabieta" si se entera que voy a salir de casa, teniendo que llegar al extremo de salir de puntillas.
Ha sido necesario vivir con ella para darnos cuenta de hasta que punto puede ser dependiente o necesitar compañía, la imagen de autosuficiencia que teníamos de ella ha cambiado mucho.
A ella le cuesta sentirse parte de la familia y piensa que es una carga p
ara nosotros, no acepta que de eso se trata justamente el ciclo de la vida, y que ahora es nuestro turno de atenderla y brindarle ese hogar y amor que ella necesita. Al no tener hijos, no se cree merecedora de cariño, no entraba en sus consideraciones que alguien pudiera velar por ella en su vejez.

Pero de lo que si estoy segura es de que esta experiencia que nos ha tocado vivir será enriquecedora para cada uno de nosotros, y nos ayudará a conservar un poco la "humanidad" en este mundo que va tan de prisa.