Me siento afortunada de acompañar a mi nieto muy de cerca en su proceso de crecimiento. Lo he visto pasar de gatear a dar sus primeros pasos, correr, hacer piruetas, saltar intrépidamente. Aprender a hablar, a saber comunicarse, a ser independiente, ir al nido, ahora al colegio. Lo veo también crecer, tanto físicamente, como interiormente, madurar, aprender, afianzar sus ideas, desarrollar su personalidad. Y todo con naturalidad, aceptando lo que sigue, lo que toca, fluyendo entre una y otra etapa , adaptándose a nuevas realidades, nuevas etapas, nuevos caminos con confianza y serenidad. Mostrando valentía a cada paso.
Y hago un paralelo con nosotros, los adultos, que nos cuesta tanto a veces tomar nuevos caminos, volver a empezar, iniciar nuevos proyectos, atrevernos a ir un poquito mas allá, a salir de la zona de confort en que nos acomodamos . Es preciso aprender a aceptar los cambios en nuestra vida, y emprender nuevas rutas. No perder esa capacidad que tienen los niños para adaptarse y crecer.
Cuando por fin nos atrevemos y damos con dificultad ese primer paso, ese breve cambio de ruta, o aceptamos los giros de la vida, comprobamos que si es posible, que si se puede, que somos capaces de eso y mucho mas.