.....y el viernes pasado tuve oportunidad de recordarlo. Había tenido una mañana bastante ajetreada, con mucha facturación y atención de pedidos, y aún me faltaban algunas cosas pendientes cuando recordé que mi esposo había traido flores y que tenía que bajar a arreglarlas en los floreros.
Bajé sin mucho entusiasmo pensando "mejor salgo de una vez de esto" y me fui a la cocina llevando las flores para disponerlas en sus respectivos arreglos.....y comencé.
A los pocos minutos y casi sin darme cuenta me ví a mi misma sonriendo, tarareando una canción y observando con cariño como las flores iban cobrando nueva vida conforme las iba repartiendo y combinando.
Terminé mis arreglos con una sensación de alegría en el corazón y pude luego continuar con el trabajo con renovado entusiasmo. Y por su
puesto que noté el cambio operado en mí y pensé sorprendida en lo mucho que puede influir en nuestro estado de ánimo un poquito de contacto con la naturaleza.
Y entonces recordé lo grato que es sentir en los pies la tibieza de la arena cuando caminamos descalzos sobre ella, o lo relajante que puede ser el sonido de las olas del mar al llegar a la orilla, del agua de una cascada que desciende con fuerza, o del río haciendo entrechocar las piedrecitas que por sus aguas discurren.
La sensación de libertad que sentimos al caminar sin rumbo por entre la vegetación, y llenamos nuestros pulmones de aire puro.
El simple hecho de contemplar una puesta de sol, sin preocupaciones , solo admirando la belleza de los colores de los que se impregna el cielo.
Contemplar por mi ventana el verdor del jardín, y la viveza del color de las hojas.
Escuchar el bullicio de los pajaritos al pasear por algún parque cercano , y verlos volar en perfecta formación, revoloteando y jugando por el cielo.
Indudablemente somos afortunados si somos capaces de percibir toda la belleza que nos rodea........