* En la foto, estamos Cristi y yo en las escaleras del edificio de mi infancia. Yo soy la del triciclo.
En el taller de escritura nos dejaron la tarea de escribir cada día, durante una semana, algún recuerdo de infancia. No hice mas que leer la indicación y ya mi mente estaba instalada en esa época, y me costaba pensar en otra cosa. Se agolpaban en mi cabeza recuerdos de lo mas variados.
El primero de todos, el olor de la hierba luisa del jardín de mi abuelita, mamama, que me encargaba cosechar para poner a hervir para el almuerzo. El olor del perfume de violetas. El sabor dulce de los capulíes que recogía cada vez que debía bajar al jardín. Los nísperos que caían maduros del árbol. Los ravioles que preparaba mamama por mi cumpleaños. El plátano con leche, azúcar y canela que tomabamos al lonche.
Los domingos que esperaba con ansías para recibir la visita de papá y mamá. Los paseos a la Herradura con ellos para pasar por el tunel y pedir un deseo. Las tardes en que los iba a visitar. El olor de los polvos Angel Face que usaba mi mamá.
Mamama mirándome desde la cocina mientras yo esperaba en la puerta del edificio que llegue la movilidad para llevarme al colegio. Los paseos al "prado" que solía hacer con papapa, tomados de la mano. Las tardes paseando en mi triciclo por la entrada del edificio. El día que desde la movilidad vi caer por las escaleras a mi abuelita y me fui llorando al colegio.
El disco de Topo Gigio que me regaló mi hermana Cristi por mi cumpleaños. Los rompecabezas que amaba armar. Los libros que leía con entusiasmo y que me llevaban de paseo a tantos lugares. El pavo que criaba mamama en la azotea para la navidad, y que me asustaba cada vez que debía subir a recoger la ropa.
Acompañar a Cristi a pasear o comprar y admirarla interiormente.
Las largas horas que pasaba echada en el sofa de la sala imaginando que podía caminar por los muritos del techo. Las tardes sentada con mamama aprendiendo a tejer y bordar. La ropita que con tanto ahínco le tejía a crochet a mi muñeca.
El día que mi hermano Gastón se casó y yo asistí a su boda con mi vestido de primera comunión. El verano que alquilamos una casita en el balneario de Naplo y pude aprender a nadar. La tristeza infinita cuando Cristi viajó a Suiza para casarse y quedarse a vivir allá. La llegada de Hansi, el canario que vino a vivir a nuestra casa luego que el novio de Cristi regresó a Suiza. La felicidad que sentí cuando fuimos a vivir juntos mamama, yo, papá y mamá.
Tantos sentimientos juntos, tantos recuerdos, tantas tristezas, alegrías, añoranzas, ausencias y pequeños acontecimientos que estaban dormidos en mi corazón y que en esos días cobraron protagonismo y me dieron la oportunidad de acariciar a mi niña interior y decirle que ahora todo está bien.
Recordarlos, escribirlos, procesarlos, sanarlos, compartirlos fue importante, fue bueno, fue intenso, fue reconciliador.